lunes, 18 de junio de 2018

EnganCHADos: Cronica de Bebedja de Daniel Huerga 13 junio-2018


 Como decíamos en este Blog el 1 de mayo de 2015: sigamos con noticias de Enganchados y con su Crónica desde Bebedja. 

EnganCHADos: Hermanamiento y cooperación entre El Hospital St.Joseph de Bebedjia en el Chad y el Hospital Universitario de Fuenlabrada. Desde 2015.
 
Publicado por Daniel Huerga el 13 de junio, cirujano:
El Saint Joseph es un hospital, pero no se parece en nada al concepto de hospital que tenemos en Europa.

Sus dimensiones son reducidas. Tiene 4 unidades de hospitalización: maternidad, cirugía, medicina y pediatría. Un quirófano, dos consultas, una óptica, una farmacia y un laboratorio. Y un ecógrafo. Y ya.
Las unidades de hospitalización son barracones con varias camas. No tienen baño. Hay una ducha comunitaria afuera, donde mandamos a los pacientes a que se laven las heridas con agua y jabón antes de hacerles las curas.

A los pacientes no se les da de comer, como en nuestros hospitales. Son sus familias las que les preparan la comida. Las familias de los adultos solo pueden estar dentro del hospital durante las horas de las comidas y durante las horas de visita por la tarde. El resto del tiempo permanecen acampados en la puerta, durmiendo sobre alfombras y esterillas, parecido a un campamento gitano. Cuando llueve se refugian en los aleros de los tejados. Las pacientes que tienen hijos pequeños, los tienen con ellos en las habitaciones, porque no suelen tener con quién dejarlos o porque les tienen que dar de mamar. Las madres de los niños de la pediatría también permanecen con sus hijos ingresados dentro del hospital. A veces, acompañadas de otros de sus hijos sanos, porque tampoco tienen quién se haga cargo de ellos. En la parte de pediatría se ha construido recientemente una cocina para que las madres puedan preparar a sus hijos la comida. Esta reforma se ha financiado con un proyecto de EnganCHADos.

En el hospital no se dispone de oxígeno. En los nuestros hay tomas en las paredes de cada habitación, una por cama. Tampoco de aspiradores en las habitaciones. Hay dos portátiles que nos hemos llevado en una anterior expedición a reparar a España y que hemos traído en este viaje. En nuestros hospitales hay una toma de vacío en las paredes de cada habitación, una por cama, al lado de la del oxígeno.

El hospital no tiene luz eléctrica las 24 horas del día. En realidad, el pueblo de Bebedjá, tampoco. No existe tendido eléctrico, salvo el del alumbrado público, que lleva varios meses sin encenderse porque no hay gasoil para el generador. Quienes disponen de luz es porque tienen un generador de gasolina para su propio uso. En el hospital hay uno que proporciona electricidad desde las 8 de la mañana hasta las 13 horas, y desde las 6 de la tarde hasta las 10 de la noche. Así que solo en esas horas funcionan los aparatos eléctricos (laboratorio, aspiradores, frigoríficos…). Hay una estupenda instalación de placas solares que colocó aquí una ONG italiana en noviembre de 2016, pero dejó de funcionar a los seis meses porque se recalentaron los acumuladores con las temperaturas, que no caen mucho por debajo de los 30 grados, y nadie ha conseguido desde entonces que vuelvan a funcionar.

El único lugar donde se dispone de electricidad las 24 horas del día es el edificio del quirófano, donde hay unas baterías que permiten encender la luz y el ecógrafo a cualquier hora. En el resto de los edificios, linternas.
En la maternidad, además de las camas que ocupan las pacientes ingresadas, hay dos paritorios, asistidos por las matronas.

Al edificio del quirófano le llamamos “El Bloc” (el bloque quirúrgico). En él, además del quirófano principal, hay otro más pequeño, donde operan los oftalmólogos de Ilumináfrica cuando vienen a hacer sus campañas dos veces al año. Está dotado con el aparataje que necesitan, protegido bajo unas fundas el resto del tiempo. También hay un almacén para el material, una sala donde están las estufas para esterilizar el material quirúrgico, y otra sala en la que está el ecógrafo. El único aparato de diagnóstico por imagen con el que contamos y que maneja sor Elisabeth. En el pasillo hay una máquina de coser de pedal donde Evariste remienda las sábanas, los paños y las batas quirúrgicas cuando se van deteriorando.

El laboratorio también ocupa un edificio aparte. Las únicas determinaciones que se pueden hacer son la cifra de hemoglobina en sangre, que se estima usando el método artesanal de centrifugarla y medir el porcentaje de glóbulos rojos respecto al sobrenadante (que se denomina hematocrito). El hemograma (porcentaje de glóbulos rojos, blancos y plaquetas), con un autoanalizador que trajimos nosotros en otro viaje el año pasado, también donación de EnganCAHDos. La gota gruesa para ver si hay plasmodium en la sangre (el parásito que produce la malaria), y que consiste en mirar al microscopio una gota de sangre suspendida en un cristal. Grupo sanguíneo para las transfusiones, y serologías de hepatitis B, y C, sida y sífilis, que se hacen a la sangre de los donantes para descartar la que esté infectada y evitar contagios. (En la famacia se almacenan los medicamentos, se controla el stock y se hacen los pedidos. Habitualmente, además del personal local que trabaja en ella, hay un farmacéutico español que envía la Fundación El Alto, otra ONG que trabaja aquí. En la farmacia sí que hay una nevera que funciona las 24 horas del día, a pesar de los cortes de luz, porque va con gas. Es imprescindible para poder conservar ciertos medicamentos).

El resto de todas esas determinaciones que pedimos los médicos, que te las hacen en cualquier análisis en una revisión rutinaria en la empresa y que a cualquiera os suenan familiares (iones, proteínas, creatinina, colesterol, glucemia…) no se pueden hacer. La glucemia, sí, porque hemos traído glucómetros portátiles como los que usan los diabéticos para controlarse el azúcar. El resto, nada. Tenemos que diagnosticar la mayoría de las enfermedades, seguir los postoperatorios y sus complicaciones, o controlar el resultado de los tratamientos basándonos en la exploración física, en el estado del paciente, en nuestra intuición y en nuestra experiencia. Es decir, a ojo.

Las consultas están separadas en dos dependencias distintas. En una se pasan todas las de medicina y cirugía. Habitualmente la atiende Valentino, el único médico chadiano que trabaja en este hospital. Lo hace desde enero de 2018 y su salario se está pagando con las donaciones de EnganCHADos. En la otra consulta se dispensan los medicamentos antirretrovirales para las personas enfermas de sida y la pasa sor Lourdes, una monja mejicana que también atiende la pediatría. Lourdes, Valentino y Elisabeth son los únicos médicos que trabajan aquí permanentemente. Elisabeth, además de realizar las ecografías, atiende toda la patología quirúrgica que se trata aquí, lo que incluye también la obstetricia y ginecología. Luego estamos nosotros, los “enganchados” del hospital de Fuenlabrada, que nos vamos turnando por periodos de un mes, organizando 3 o 4 viajes cada año, para echar una mano en lo que podamos. A veces colaboran con nosotros médicos de otros hospitales, como en este viaje en el que me acompañan Joaquim y Carlos, ginecólogo y cirujano de Reus y Getafe, respectivamente. O como en el próximo viaje, en julio, en el que vendrán a reemplazarnos Esperanza y Javier, ginecóloga y cirujano, ambos de Granada.

La óptica está atendida por un chadiano al que los oftalmólogos de Ilumináfrica han ensañado el oficio, y por un óptico o un enfermero español al que desplazan aquí por periodos largos. En ella se gradúa la vista, y se fabrican gafas con lentes y monturas que provienen de donaciones.

A pesar de lo precario que pueda parecer, por imposible que os parezca, creedme: no existe un hospital, ni público ni privado, mejor dotado que este en más de 300 kilómetros a la redonda. Y a pesar de los pocos medios con los que cuenta, sostenerlo es muy caro. Hay que pagar los sueldos de los enfermeros y matronas empleados en él, la gasolina del generador de electricidad, los medicamentos, las gasas y compresas, el material para hacer las curas, las jeringuillas, las agujas, los sistemas para administrar los sueros…

Cada vez que subimos un post, el Facebook nos dice que ha alcanzado a unas 2.000 personas.

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Daniel Huerga, desde Bebedjá. Solicita apoyo financiero también.