miércoles, 19 de septiembre de 2012

Hoola

Siguiendo con mis primeras entradas, la segunda es para invitaros (-invitarles) a ver mi trabajo sobre
Metologías diagnósticas en Neumología Pediátrica: Función Pulmonar
publicado en la Revista PEDIATRIA INTEGRAL de la SEPEAP

http://www.sepeap.org/index.php?menu=documentos&id=123&id_doc=968&show=1
Y en pdf:
http://www.sepeap.org/secciones/documentos/pdf/73-83%20Regreso%201.pdf

RELATO CORTO "Aunque no te conozca" AULA ZARCO 2011


AUTOR: Miguel Angel Zafra Anta

TITULO: Aunque no te conozca

FINALISTA en el Concurso Literario AULA ZARCO 2011.

I

Arturo se encontraba en la sala de espera del dentista. En ese momento recordó la primera vez que su madre le llevó a un médico-dentista, tenía 11 años, le “empastó” una muela y le arrancó otra (“que no tenía remedio”). ¡Qué dolor, no la extracción de la muela, sino que casi le desencajara la mandíbula!. Sin embargo, desde hace muchos años, la consulta dental tenia otro estilo de hacer las cosas: el trato, los sillones de tratamiento, la anestesia, los instrumentos … En la sala de espera, amueblada y decorada algo chic, Arturo podía escuchar una agradable música ambiente. En aquella ocasión no se había traído nada para leer, como solía hacer, en esa necesidad que tenía de “aprovechar los 10 minutos”, esto es, leer o estudiar en esos ratitos en el autobús o en el metro o en la espera de la fila en el banco. Del revistero tomó un libro de Arte, sobre Renoir. Le pareció muy interesante la lectura y las imágenes del pintor impresionista francés: se comentaban detalles de su vida y la época que vivió, y se mostraban también sus obras, paisajes, naturaleza. El Impresionismo reivindicó una pintura rápida, sin ajustarse a los cánones de la Academia Francesa de Bellas Artes. Parece ser que Renoir se significó por sus pinturas de ambientes sociales, con una especial alegría de vivir, escenas con vivencia de diversión, con movimiento, color, luz, contrastes. Arturo reconoció la imagen Le Bal au Moulin de la Galette, escena de baile que a los críticos ortodoxos de la época les pareció un lienzo caótico, lleno de personajes y sin cielo. No pintar el cielo... Esto debía ser casi una aberración entonces.

En ese momento entró en la sala de espera una joven delgada, alta, guapísima, espectacular. Se sentó en frente. Vestía unos minipantalones, cortísimos. Las piernas, muy largas, parecían eternas. Era todo un pibón, un supermegapibón. Escuchaba música (se podía oír) con auriculares conectados a su teléfono móvil o mp3 o similar. Al lado de la joven se situaron dos hermanas en edad escolar, vestidas con el mismo conjunto, y de rodillas, echadas sobre la mesa, se pusieron a pintar y colorear hojas. La madre de las niñas hojeaba una revista de color, de “color rosa”, prensa no cardiosaludable, salvo para los que viven de ese tipo de noticias.

Arturo Ojailén era psicólogo infantil. En el tomo de Renoir encontró, una hermosa imagen del hijo de Renoir, un bebé, con Gabrielle, la niñera. ¡Qué cosas! No sabía que su segundo hijo, Jean Renoir, fue un gran cineasta francés, anterior a la Nouvelle Vague.

Arturo, a pesar de la situación de espera de tratamiento dental, estaba disfrutando de la pintura, la luz, el color, los contrastes. No se había fijado en la chica de unos 16 años que estaba a su derecha. Esa chica había de cruzarse en su vida, y ¡de qué manera!

Al avanzar el volumen de Pierre-Auguste Renoir se trataba su estilo Ingres o ingresco y su gusto por la pintura del cuerpo femenino, incluidos desnudos, tan mórbidos y sensuales que recordaban a Rubens o a Rafael, y que llenaban todas las páginas finales de ese libro de Arte. La baigneuse endormie (La bañista dormida), Femme nue dans un paysage (Mujer desnuda en un paisaje) y otros cuadros. Sensualidad decimonónica en estado puro.

En ese momento se abrió la puerta de la sala y pasó una auxiliar para llamar al siguiente paciente para la consulta. Miró a Arturo y su lectura, y éste se ruborizó como si le hubieran pillado haciendo algo realmente malo o vergonzoso. Pasó la página, y había más desnudos. Sólo había desnudos en el resto del tomo de Pintura. Miró a la familia situada enfrente, la de las 2 niñas. Y luego a la guapa joven. Todas parecían conocer su azoramiento, como si realmente tuviese una patología. Aunque Arturo no se dio cuenta, quien más se fijó en esta situación fue la chica de 16 de su derecha, a la que pareció iluminarse la cara.



II

Virginia sentía el viento en sus cabellos.

¡Qué supermega!. Pensaba.

Había sido una noche fantástica.

Quizá se habían pasado un poco con el alcohol. Lo del botellón le parecía algo cutre, vulgar; pero a su edad, a sus dieciséis años, no había otra manera de escuchar música, hablar con los amigos y tomar un chupito, alguna mezcla … Había sido una noche total, de risas, con sus dos amigas preferidas. Vaya “jugada” se le había ocurrido, lo que habían disfrutado a costa de ello.

- ¡Cuidado, Jonathan! - Gritó.

En su trayectoria, delante, de un coche aparcado se abrió súbitamente una puerta. Virginia se agarró con fuerza a Jonathan, que conducía la moto. Con una hábil maniobra, éste logró esquivar la puerta del coche; aunque pasó de lleno sobre una mancha de aceite en el asfalto. La moto derrapó, cayó. Todo empezó a girar con rapidez.

¿Por qué no se habría puesto el casco? Era un trayecto muy corto. Pensó.

Virginia se golpeó la cabeza.

No recordó más.


Dos días en la UCIP, unidad de cuidados intensivos pediátricos.

Una pequeña fractura craneal y una conmoción sin complicaciones. Una fractura en el brazo izquierdo. Como tratamiento sólo tuvieron darle analgésicos, suero por vena y escayolarle ese brazo.

Cuatro días después de “pasar a planta”, a la habitación de ingreso, fue cuando Virgina empezó a recordar... Su amigo Jonathan, que había salido ileso, le trajo el ordenador para que se pudiera conectar y entrar en su red social, All&You. Recordó la “jugada”. Se horrorizó.



III

Arturo Ojailén no conseguía entender la pesadilla en que estaba inmerso desde hacía 4 días. Su vida se había roto, había explotado en mil pedazos.

Se sentó en la cama de su celda.

¿Por qué?

¿Cómo podían implicarle en semejante delito?

¡Una red de pederastia en internet!

Toda su vida, su trabajo de psicólogo clínico infantil, des-trui-da. Su existencia, sus esfuerzos siempre había sido dedicados con gusto a mejorar la situación de los niños y niñas, sus pacientes, y sus familias. Incluso su participación en UNICEF, y otras ONGD con las que colaboraba.

¿Por qué?

Su mujer decía que le creía, que estaba segura de su inocencia, que le acompañaría en todo. Sin embargo, en sus ojos había visto la sombra de la duda, como si tuviera una doble vida ...



IV

Virginia había tenido una mala idea, realmente fue una idea terrible, como más tarde se demostró.

Ya en el hospital, tras su alta de la UCIP, se acordó de la “jugada” que había hecho. Sus amigas le contaron que, efectivamente había tenido unos efectos tremendos.

Virginia estaba asustada. Le gustaría que su reloj pudiera volver atrás el tiempo. Que nada de lo que había ocurrido hubiese ocurrido jamás.

Pero ya estaba todo en marcha. No sabía cómo resolverlo. Y, por supuesto, nada de decírselo a sus padres. Quizá lo mejor sería no hacer nada de nada ...

Cuando se le ocurrió la “broma” le pareció genial. Fue en la sala de espera del dentista, hacía casi una semana ya. La escena era de lo más tonta. El hombre que estaba a su lado en la sala se puso encarnado cuando la auxiliar entró a llamar, parecía que le habían pillado disfrutando de la vista de unos desnudos que había en un libro de Arte, o algo así. En ese momento se acordó del juego-apuesta que tenía con sus amigas en la red, en All&you. Habían decidido hacer un concurso entre ellas y premiar esa semana a la broma más original que se les ocurriera, a la más bestia, sin causar daño físico, claro. Entonces, en esa sala de espera, ideó el plan. Se quedó esperando a que la auxiliar llamara al hombre, para averiguar su nombre. Con el nombre, ojeó en la agenda de la secretaria e identificó el apellido; entonces, conseguir en un buscador de internet su lugar de trabajo y algunos datos más, fue super-fácil. La broma, la “jugada”, consistiría en que ella contaría en su red social a sus amigas que ese hombre, ese tal Arturo Ojailén, en su consulta de Psicólogo, le había obligado a enviarle imágenes “picantes”, y sospechaba que tenía una colección enorme de imágenes eróticas y pornográficas de niñas, de menores de edad. Virginia dejaría su mensaje en la red durante 24 horas, y luego contaría que había sido una broma, un juego de niños. Y mientras tanto, a reírse.

Lo que no había previsto Virginia era su accidente de moto, y al no poder reenviar que todo era una broma, ésta crecería como una maligna bola de nieve. Lo que había empezado como un juego de adolescentes se convertiría en tragedia personal. La Guardia Civil investigaba por entonces una red de pederastia en internet con su trama esparcida por toda España, y rastreaba páginas web, blogs y redes sociales a la búsqueda de pistas.



Arturo Ojailén no conseguía entender nada. Jamás sabría siquiera de dónde partió la idea de que él pudiera estar implicado en algo tan horrible.