AUTOR:
Miguel Angel Zafra Anta
TITULO:
Aunque no te conozca
FINALISTA en el Concurso Literario AULA ZARCO 2011.
I
Arturo
se encontraba en la sala de espera del dentista. En ese momento
recordó la primera vez que su madre le llevó a un médico-dentista,
tenía 11 años, le “empastó” una muela y le arrancó otra (“que
no tenía remedio”). ¡Qué dolor, no la extracción de la muela,
sino que casi le desencajara la mandíbula!. Sin embargo, desde hace
muchos años, la consulta dental tenia otro estilo de hacer las
cosas: el trato, los sillones de tratamiento, la anestesia, los
instrumentos … En la sala de espera, amueblada y decorada algo
chic, Arturo podía escuchar una agradable música ambiente. En
aquella ocasión no se había traído nada para leer, como solía
hacer, en esa necesidad que tenía de “aprovechar los 10 minutos”,
esto es, leer o estudiar en esos ratitos en el autobús o en el metro
o en la espera de la fila en el banco. Del revistero tomó un libro
de Arte, sobre Renoir. Le pareció muy interesante la lectura y las
imágenes del pintor impresionista francés: se comentaban detalles
de su vida y la época que vivió, y se mostraban también sus obras,
paisajes, naturaleza. El Impresionismo reivindicó una pintura
rápida, sin ajustarse a los cánones de la Academia Francesa de
Bellas Artes. Parece ser que Renoir se significó por sus pinturas de
ambientes sociales, con una especial alegría de vivir, escenas con
vivencia de diversión, con movimiento, color, luz, contrastes.
Arturo reconoció la imagen Le
Bal au Moulin de la Galette,
escena de baile que a los críticos ortodoxos de la época les
pareció un lienzo caótico, lleno de personajes y sin cielo. No
pintar el cielo... Esto debía ser casi una aberración entonces.
En
ese momento entró en la sala de espera una joven delgada, alta,
guapísima, espectacular. Se sentó en frente. Vestía unos
minipantalones, cortísimos. Las piernas, muy largas, parecían
eternas. Era todo un pibón,
un supermegapibón.
Escuchaba música (se podía oír) con auriculares conectados a su
teléfono móvil o mp3 o similar. Al lado de la joven se situaron dos
hermanas en edad escolar, vestidas con el mismo conjunto, y de
rodillas, echadas sobre la mesa, se pusieron a pintar y colorear
hojas. La madre de las niñas hojeaba una revista de color, de “color
rosa”, prensa no cardiosaludable, salvo para los que viven de ese
tipo de noticias.
Arturo
Ojailén era psicólogo infantil. En el tomo de Renoir encontró, una
hermosa imagen del hijo de Renoir, un bebé, con Gabrielle, la
niñera. ¡Qué cosas! No sabía que su segundo hijo, Jean Renoir,
fue un gran cineasta francés, anterior a la Nouvelle
Vague.
Arturo,
a pesar de la situación de espera de tratamiento dental, estaba
disfrutando de la pintura, la luz, el color, los contrastes. No se
había fijado en la chica de unos 16 años que estaba a su derecha.
Esa chica había de cruzarse en su vida, y ¡de qué manera!
Al
avanzar el volumen de Pierre-Auguste Renoir se trataba su estilo
Ingres
o ingresco y su gusto por la pintura del cuerpo femenino, incluidos
desnudos, tan mórbidos y sensuales que recordaban a Rubens o a
Rafael, y que llenaban todas las páginas finales de ese libro de
Arte. La baigneuse endormie
(La bañista dormida),
Femme nue dans un paysage (Mujer
desnuda en un paisaje) y otros cuadros. Sensualidad decimonónica en
estado puro.
En
ese momento se abrió la puerta de la sala y pasó una auxiliar para
llamar al siguiente paciente para la consulta. Miró a Arturo y su
lectura, y éste se ruborizó como si le hubieran pillado haciendo
algo realmente malo o vergonzoso. Pasó la página, y había más
desnudos. Sólo había desnudos en el resto del tomo de Pintura. Miró
a la familia situada enfrente, la de las 2 niñas. Y luego a la guapa
joven. Todas parecían conocer su azoramiento, como si realmente
tuviese una patología. Aunque Arturo no se dio cuenta, quien más se
fijó en esta situación fue la chica de 16 de su derecha, a la que
pareció iluminarse la cara.
II
Virginia
sentía el viento en sus cabellos.
¡Qué
supermega!.
Pensaba.
Había
sido una noche fantástica.
Quizá
se habían pasado un poco con el alcohol. Lo del botellón le parecía
algo cutre,
vulgar; pero a su edad, a sus dieciséis años, no había otra manera
de escuchar música, hablar con los amigos y tomar un chupito,
alguna mezcla … Había sido una noche total, de risas, con sus dos
amigas preferidas. Vaya “jugada” se le había ocurrido, lo que
habían disfrutado a costa de ello.
-
¡Cuidado, Jonathan! - Gritó.
En
su trayectoria, delante, de un coche aparcado se abrió súbitamente
una puerta. Virginia se agarró con fuerza a Jonathan, que conducía
la moto. Con una hábil maniobra, éste logró esquivar la puerta del
coche; aunque pasó de lleno sobre una mancha de aceite en el
asfalto. La moto derrapó, cayó. Todo empezó a girar con rapidez.
¿Por
qué no se habría puesto el casco? Era un trayecto muy corto. Pensó.
Virginia
se golpeó la cabeza.
No
recordó más.
…
Dos
días en la UCIP, unidad de cuidados intensivos pediátricos.
Una
pequeña fractura craneal y una conmoción sin complicaciones. Una
fractura en el brazo izquierdo. Como tratamiento sólo tuvieron darle
analgésicos, suero por vena y escayolarle ese brazo.
Cuatro
días después de “pasar a planta”, a la habitación de ingreso,
fue cuando Virgina empezó a recordar... Su amigo Jonathan, que había
salido ileso, le trajo el ordenador para que se pudiera conectar y
entrar en su red social, All&You.
Recordó la “jugada”. Se horrorizó.
III
Arturo
Ojailén no conseguía entender la pesadilla en que estaba inmerso
desde hacía 4 días. Su vida se había roto, había explotado en mil
pedazos.
Se
sentó en la cama de su celda.
¿Por
qué?
¿Cómo
podían implicarle en semejante delito?
¡Una
red de pederastia en internet!
Toda
su vida, su trabajo de psicólogo clínico infantil, des-trui-da. Su
existencia, sus esfuerzos siempre había sido dedicados con gusto a
mejorar la situación de los niños y niñas, sus pacientes, y sus
familias. Incluso su participación en UNICEF, y otras ONGD con las
que colaboraba.
¿Por
qué?
Su
mujer decía que le creía, que estaba segura de su inocencia, que le
acompañaría en todo. Sin embargo, en sus ojos había visto la
sombra de la duda, como si tuviera una doble vida ...
IV
Virginia
había tenido una mala idea, realmente fue una idea terrible, como
más tarde se demostró.
Ya
en el hospital, tras su alta de la UCIP, se acordó de la “jugada”
que había hecho. Sus amigas le contaron que, efectivamente había
tenido unos efectos tremendos.
Virginia
estaba asustada. Le gustaría que su reloj pudiera volver atrás el
tiempo. Que nada de lo que había ocurrido hubiese ocurrido jamás.
Pero
ya estaba todo en marcha. No sabía cómo resolverlo. Y, por
supuesto, nada de decírselo a sus padres. Quizá lo mejor sería no
hacer nada de nada ...
Cuando
se le ocurrió la “broma” le pareció genial. Fue en la sala de
espera del dentista, hacía casi una semana ya. La escena era de lo
más tonta. El hombre que estaba a su lado en la sala se puso
encarnado cuando la auxiliar entró a llamar, parecía que le habían
pillado disfrutando de la vista de unos desnudos que había en un
libro de Arte, o algo así. En ese momento se acordó del
juego-apuesta que tenía con sus amigas en la red, en All&you.
Habían decidido hacer un concurso entre ellas y premiar esa semana a
la broma más original que se les ocurriera, a la más bestia, sin
causar daño físico, claro. Entonces, en esa sala de espera, ideó
el plan. Se quedó esperando a que la auxiliar llamara al hombre,
para averiguar su nombre. Con el nombre, ojeó en la agenda de la
secretaria e identificó el apellido; entonces, conseguir en un
buscador de internet su lugar de trabajo y algunos datos más, fue
super-fácil.
La broma, la “jugada”, consistiría en que ella contaría en su
red social a sus amigas que ese hombre, ese tal Arturo Ojailén, en
su consulta de Psicólogo, le había obligado a enviarle imágenes
“picantes”, y sospechaba que tenía una colección enorme de
imágenes eróticas y pornográficas de niñas, de menores de edad.
Virginia dejaría su mensaje en la red durante 24 horas, y luego
contaría que había sido una broma, un juego de niños. Y mientras
tanto, a reírse.
Lo
que no había previsto Virginia era su accidente de moto, y al no
poder reenviar que todo era una broma, ésta crecería como una
maligna bola de nieve. Lo que había empezado como un juego de
adolescentes se convertiría en tragedia personal. La Guardia Civil
investigaba por entonces una red de pederastia en internet con su
trama esparcida por toda España, y rastreaba páginas web, blogs
y redes sociales a la búsqueda de pistas.
Arturo
Ojailén no conseguía entender nada. Jamás sabría siquiera de
dónde partió la idea de que él pudiera estar implicado en algo tan
horrible.
Bienvenido a blogger! sigue mi blog, no te olvides
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Increible, es tuyo? no me extraña que ganaras :D
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